Los santuarios pueden ser ejemplos de formas alternativas de convivencia entre humanos y otras especies de animales, generando vínculos entre diferentes especies junto al despertar del espíritu crítico y de análisis, donde la explotación y la dominación son reemplazadas por relaciones basadas en el respeto mutuo.
Las visitas a los santuarios ofrecen una oportunidad para que las personas establezcan un vínculo emocional directo con otras criaturas, algo que no ocurre en granjas industriales o zoológicos. A través de las historias reales de las especies rescatadas, los visitantes desarrollan un sentimiento de empatía, lo cual puede llevar a cuestionar y reflexionar sobre prácticas como el consumo de carne, el uso de pieles o la experimentación con otros animales. Así mismo, al observar a otros seres vivos en entornos naturales o semi-naturales, los visitantes de los santuarios desarrollan una mayor comprensión de la importancia de preservar los ecosistemas y el equilibrio natural.
Dice Richard Dawkins: “asumimos de manera automática, sin pensarlo, sin cuestionarlo, que hay un criterio moral para el homo sapiens y otro diferente para el resto de animales. Eso es el especismo”.
Necesitamos una educación que nos dé respuestas a los «porqués» y a los «para qué», de modo que tengamos la posibilidad de llegar a comprender el significado real de un hecho, en este caso, el respeto hacia otras especies. Catherine L’Ecuyer, autora de Educar en el asombro, reflexiona sobre la infancia y el sentido de lo que hacen; así pues, las niñas y los niños buscan significado en el mundo que los rodea. Esta búsqueda de sentido es lo que despierta su curiosidad, su deseo de aprender y su inclinación a colaborar.
En definitiva, los santuarios son entornos ideales para fomentar un ambiente de aprendizaje que promueva la curiosidad, el razonamiento y la cooperación entre especies, a través de la interacción con otros animales. Siendo una fuerza poderosa para promover el cambio de paradigma sobre el uso de los animales.